El próximo día
6 de enero de 2018 se celebrará en el palacio Real la tradicional ceremonia de
la Pascua Militar.
Carlos
III decidió mostrar su aprecio a los ejércitos por la reconquista de Menorca y
ordenó a Virreyes y Capitanes Generales que el día de los Reyes Magos,
manifestaran a sus subordinados su regia felicitación.
La
felicitación era devuelta, hace muchos años, a Su Majestad por el General más
antiguo de los Ejércitos y actualmente por el Ministro de Defensa.
El
parlamento del Ministro, y no el del general más antiguo, no es inocente en términos jurídico constitucionales, pues aquel actúa conforme
a las atribuciones y competencias que la Ley Orgánica de la Defensa Nacional le
otorgan, bajo la autoridad del Presidente del Gobierno, como muestra de la
sumisión de las Fuerzas Armadas al ordenamiento constitucional, de conformidad
con lo previsto en el artículo 116 de la Constitución. Algunos han pretendido
mantener aquella “tradición” del discurso del más antiguo de los mandos
presentes en el acto, pero la recta interpretación de la Ley obliga al formato
actual.
El artículo 62.h de la Constitución otorga el mando
supremo de las Fuerzas Armadas a su majestad el Rey.
Se ha dicho hasta la saciedad por la mayor parte de
constitucionalistas, que el mando del Rey como jefe supremo de las Fuerzas
Armadas es meramente simbólico y necesitado de refrendo presidencial o ministerial
(art. 64 CE), de manera que serían los refrendantes los verdaderos titulares,
responsables en su ejercicio, del poder de mando sobre las Fuerzas Armadas.
A esta tesis mayoritaria se oponen, con razonamientos diferentes,
dos constitucionalistas: Miguel Herrero de Miñón y Luis Sánchez Agesta, para los cuales el
mando del Rey puede tener un contenido efectivo ligado al artículo 8º de la CE
que determina las funciones de las Fuerzas Armadas.
Fernando López Ramón, catedrático de derecho administrativo de la
Universidad de Zaragoza, explica que en la Constitución no se recoge el llamado
“principio monárquico”, pues está fundada en el principio democrático que
conforma todo el elemento interpretativo de toda la organización del Estado,
sin que el principio monárquico constituya una fuente autónoma de legitimación
para el ejercicio del poder.
Afirma que la aplicación específica de la teoría general del
refrendo a la atribución regia del mando supremo de las Fuerzas Armadas hace
también que la doctrina mayoritaria española considere que esa atribución es de
carácter simbólico, representativo, honorífico, expresión de una autoridad
moral.
Esta concepción tiene apoyo constitucional explícito en la
atribución al Gobierno del poder de dirección de la Administración militar y de
la defensa del Estado (art. 97 CE). Ese poder de dirección no se encuentra
constitucionalmente limitado, de modo que comprende también el poder de mando
efectivo sobre las Fuerzas Armadas.
Que el Rey sea militar en
activo con el empleo de Capitán General, como así lo establece la Ley de la
Carrera Militar, en terminología castrense es el más antiguo de los Ejércitos y
por ello le correspondan los más altos honores y las deferencias y la
obediencia de todos sus subordinados integrantes de las Fuerzas Armadas, no
significa que pueda existir una conexión ejecutiva directa de las Fuerzas
Armadas con la Corona, sin contar con el ejecutivo, es decir, el Gobierno,
Presidente y Ministro de Defensa.
Como pone de manifiesto Joaquín María Peñarrubia Iza, las
funciones militares del Rey, se insertan en las que tiene en cualesquiera otros
aspectos, con una sola excepción suficientemente significativa:
Es militar en activo y ostenta el empleo de Capitán General o, por decirlo con terminología castrense, es el más antiguo de los Ejércitos, cosa que no ocurre con respecto a la Administración. Ahora bien, el Rey carece de mando político, que corresponde al Gobierno y, lógicamente, también de mando militar o técnico, en cuanto subordinado a aquel.
Es militar en activo y ostenta el empleo de Capitán General o, por decirlo con terminología castrense, es el más antiguo de los Ejércitos, cosa que no ocurre con respecto a la Administración. Ahora bien, el Rey carece de mando político, que corresponde al Gobierno y, lógicamente, también de mando militar o técnico, en cuanto subordinado a aquel.
Afortunadamente la vigente Ley Orgánica 5/2005, de 17 de
noviembre, de Defensa Nacional, corrigió un elemento perturbador en la Ley
anterior, que otorgaba asombrosamente al Rey la presidencia de la Junta de
Defensa Nacional, es decir, con lo cual el Monarca no participaba en la dirección
militar, pero sí en el órgano subordinado de asesoramiento.
En la actualidad, la presidencia del Consejo de Defensa
Nacional la ostenta el Presidente del Gobierno, salvo que asista a sus
reuniones de forma protocolaria el Rey.
Ignacio de Otto y Pardo, sostiene que el mando político
corresponde al Gobierno y se personaliza en su Presidente y el mando técnico
corresponde a los órganos propiamente militares, bajo la dirección de aquel,
pero el Rey conserva no un mando efectivo, sino el que le da su propio empleo o
grado militar, su superioridad conforme a la jerarquía militar.
No es poder de mando como comandante o jefe de una unidad
o de un Ejército, sino en su calidad de superior, puesto que el Rey “se convierte en el primer oficial del
Ejército por el simple hecho de serlo […] el Rey tiene la máxima autoridad
militar, pero desprovista por completo de mando”. Por esto, añado yo, el
Rey carece de potestad disciplinaria propia conforme a la Ley Orgánica de
Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas.
Es cierto, que la atribución al Monarca del mando supremo
de las Fuerzas Armadas y su empleo militar de Capitán General, explican que
durante los desgraciados hechos del 23 de febrero de 1981 las órdenes del Rey
sin refrendo fueran de obligado cumplimiento y no sólo como una situación de
necesidad por ausencia de quién pudiera refrendar los actos regios.
Como pone de relieve Javier García Fernández, “precisamente, la actuación del anterior
Monarca durante el fracasado golpe de Estado llevó a algunos juristas a
formular una exégesis expansiva de esa atribución regia, exégesis incompatible
con la posición del Rey en una Monarquía parlamentaria”.
A juicio de éste mismo autor, es éste un asunto que la Constitución
no ha resuelto bien.
Si su artículo 97 establece que el Gobierno dirige la
Administración militar y la defensa del Estado, no es fácil entender que el
artículo 62.h) atribuya al Rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas.
En coincidencia con otros constitucionalistas, afirma que
“ciertamente, ese mando no es efectivo
porque el Rey no es un poder del Estado, no está sujeto a responsabilidad y sus
actos han de ser refrendados por un miembro del Gobierno. Pero la proclamación
constitucional es demasiado rotunda, sin matices, y puede incluso llevar a confusión”.
Coincidimos con éste autor, cuando afirma que actualmente
es poco defendible que el Rey siga ostentando esa atribución. Es una
proposición incierta, pues realmente no dirige las Fuerzas Armadas ni puede
hacerlo quien es jurídica y políticamente irresponsable. En el derecho
constitucional no es inusual el empleo de ficciones pero una cosa es la ficción
en la literatura y otra en el derecho, porque en el mundo jurídico es difícil
que no tenga consecuencias.
¿Qué puede aportar la ficción de un mando irreal de las
Fuerzas Amadas?
Cuando se inicie la inevitable reforma constitucional
esta atribución regia debe replantearse de la misma manera que la ubicación
sistemática del artículo 8º CE (que describe la posición de las Fuerzas Armadas,
en el Título Preliminar y determina sus misiones), que ha de situarse en el
título dedicado al Gobierno como órgano constitucional que efectivamente las
dirige.
Capitanía de Barcelona, engalanada para la Pascua Militar. |
El Rey es el Rey de todos los españoles. No debe tener
relaciones privilegiadas con ningún sector profesional o grupo social, porque
la imagen de unidad que representa la Corona se resquebraja cuando el ciudadano
percibe que el jefe del Estado está especialmente próximo a una parte de los
funcionarios. No prestigia a la Corona que la opinión pública perciba que el
Monarca mantiene una relación especial, privilegiada, con un sector de
funcionarios del Estado, cuando el Rey lo es por igual de todos los españoles.
Esa imagen puede llevar a la creencia, sin duda incierta,
de que los militares tienen cierta influencia o son más escuchados que otros
ciudadanos. La realidad sin duda no es esa, pero la imagen existe en la opinión
pública.
Lo preferible para el propio Monarca sería que el
artículo 61 de la Constitución le otorgase expresamente “de forma simbólica y no efectiva” el mando supremo de las Fuerzas
Armadas, porque en democracia el mando de los Ejércitos sólo puede corresponder
a quien tiene la confianza parlamentaria, el Gobierno.
scasagu1955@gmail.com
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Totalmente de acuerdo con el artículo.
ResponderEliminarRecuerdo que hace ya quince años cuando tenía más frescas estas cosas de la carrera le plantee estos mismos argumentos a un profesor de la Academia General Militar de Zaragoza (me refiero al refrendo y al mando simbólico).
La verdad es que era un profesor de primera y el pobre hombre se quedó bastante fuera de juego, sobre todo al ver que se lo decía un alumno que había estudiado derecho y parecía que sabía de lo que hablaba.
Como magnífico profesor que era (no recuerdo su nombre) el comandante me dijo que le en ese momento no estaba ya seguro pero que lo preguntaría. A la siguiente clase me dijo que lo había consultado y que estaba seguro que el mando del rey era total y que no dependía de nadie para ejercerlo de manera efectiva.
La verdad es que siendo tan buen profesor me hizo dudar y hasta hoy no me lo había vuelto a plantear (no son cosas que habitualmente necesite un oficial subalterno).
Ahora viendo el asunto desde el punto de vista jurídico y militar creo que el mando es efectivo y total y no porque la Constitución no diga que necesita refrendo sino porque en las Academias de oficiales se enseña que es así. ¿Alguien dudará de cumplir una orden del rey si le han enseñado que debe de hacerlo?
Gracias por seguir el blog y por las interesantes reflexiones que aporta.
EliminarLa enseñanza del derecho militar en la AGM carece de profesores con la titulación adecuada y la experiencia necesarias para impartirla. Es un grave deficit desde hace muchos años.
Con respecto a su pregunta, en mi opinión nunca existirá una "orden militar" del Rey, en la que demuestre ejercicio de alguna potestad de mando real y efectivo. Únicamente en la excepcionales circunstancias del 23F se produjo algo parecido. No lo hace porque esa orden carecería de fundamento de legalidad constitucional y ordinaria. Su mando es simbólico, representativo, no real ni efectivo.
Un saludo.